Ilustración: Manuel Monroy

Maratines mitoteros

Los maratines no dejaron ruinas ni códices. Un testimonio sobre su poesía y sus danzas es el único vestigio que ha llegado hasta nosotros.
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La Sierra de los Maratines, que forma parte de la Sierra Madre Oriental en Tamaulipas, lleva el nombre de una etnia desaparecida. No dejó ruinas, códices ni objetos. Solo queda el testimonio de fray Vicente de Santa María (1755-1813).

Nació en Valladolid (hoy Morelia), donde entró al convento franciscano. Fue predicador, profesor de teología y poeta. La familia Escandón le encargó una memoria sobre la obra colonizadora de José de Escandón, fundador del Nuevo Santander (hoy Tamaulipas). Para documentarse, visitó detenidamente la zona (1787-1789), y fue haciendo observaciones geográficas, lingüísticas y etnográficas.

En 1809, ante la invasión napoleónica de España que destronó a Fernando VII, predicó la emancipación de la Nueva España y hasta hizo un plan para establecer en Valladolid una junta que gobernase en nombre del rey. Fue arrestado con otros precursores de la Independencia y terminó recluido en el convento del Carmen de la Ciudad de México, de donde se fugó para unirse a las tropas insurgentes de José María Morelos. Murió en Acapulco, víctima de la peste.

Ernesto de la Torre Villar hizo una edición meticulosa de su Relación histórica de la colonia del Nuevo Santander (Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1973, colección Nueva Biblioteca Mexicana, 193 páginas).

El pasaje sobre los maratines está en el capítulo xviii, “Mitotes o bailes”, pp. 112-115. Implícitamente, los incluye en otros capítulos donde habla en términos generales (sin distinguir etnias) de la geografía humana del Nuevo Santander. En ese par de páginas se basan Alejandro Prieto, Historia, geografía y estadística del Estado de Tamaulipas (1873); John R. Swanton, Linguistic material from the tribes of Southern Texas and Northeastern Mexico (1940); Mauricio Swadesh, “Las lenguas indígenas del noreste de México” (Anales de Antropología, vol. 5, núm. 1, 1968, pp. 75-86); Guy Stresser-Péan, San Antonio Nogalar (CIESAS, 2000), y muchos otros.

De los maratines escribe fray Vicente:

A varios de ellos hice multiplicadas preguntas sobre lo que decían con tanto ahínco en sus coplas, y me respondían que hablaban unas veces con la luna y con las nubes, otras con el sol y con el frío y que en otras, finalmente, hacían recuerdo de sus hazañas en el monte y en la guerra. Para que se vea el entusiasmo poético de estos salvajes, no he podido prescindir de copiar, a la letra y en su idioma mismo, un fragmento de estas sus canciones; y con la traducción al pie que me ha parecido más puntual y a la letra. El idioma es de los maratines, que fueron, en la materia, a los que traté más de cerca. Y es de creer que los demás [idiomas], aunque distintos en el sonido, sean idénticos en el modo de versificar y de discurrir.

No ohgimah ka tamugni,

Fuimos gritando a pelear al monte,

jurinigua migticui.

al modo de leones que comen carne.

Coapagtzi comipaahchu,

A los enemigos que nos querían matar,

noghi mehgme paahchichu.

fuimos a hacerlos morir a pedazos.

Tze pong, tze xiri, tzemahká,

La cuerda, la flecha, el arco,

ming cohcoh, ming catamá,

nuestras fuerzas, nuestros tiros,

tzi pamini cugtimá memehé.

los hicieron huir sin poder correr [sic].

Aaachiguatá tzicuini, ming metepech.

Las mujeres, los muchachos, nosotros, los vimos.

Ming maamehé, ming maatzimetzu

Nosotros gritando de gusto, nosotros dando brincos

coomutepá cuiücicuimá paagchichú.

nos vinimos, y allá muy lejos los dejamos muertos.

Aaachiguatá mohká mimigihi

Las mujeres ya no estarán llorando

chenohgimá xiri ka tamugni.

para que vayamos con flechas a pelear al monte.

Aaachiguatá hening maamehé

Las mujeres y nosotros, gritando de gusto,

baah ka peyot hemegtuché.

beberemos peyote y nos dormiremos.

[…] En efecto, al baile que sin interrupción dura lo más de la noche, mezclan de cuando en cuando y por partes, los danzarines, sus viajes al peyote, que está dispuesto a un lado y ministrado por las indias y los viejos, de manera que la conclusión del festejo es quedar todos postrados y dormidos.

¿Es un canto de victoria contra las incursiones comanches que llegaban del norte? No se sabe. ¿Cuándo y cómo desaparecieron los maratines? Tampoco se sabe. Seguramente hay descendientes suyos en Tamaulipas, pero en los directorios telefónicos del estado no existen los apellidos Maratín, Maratines, Maratino ni Maratinos. En Google se encuentran casos de Maratin como nombre o apellido en inglés. Hay una página de la Wikipedia sobre el “Idioma maratino”. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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