Eyjafjalla…

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“Qué dicha para todos los hombres, Islandia de los mares, que existas”, escribió Jorge Luis Borges en 1977. Y de esa existencia, el continente europeo ha dado fe esta semana. Desde el viernes, Europa ha vivido la peor crisis aérea en su historia. Aeropuertos cerrados en 23 países y más de 100,000 vuelos fueron cancelados. Las pérdidas se calculan en miles de millones de dólares. ¿El culpable? Las cenizas de un volcán en erupción ubicado en la pequeña isla, de 313,000 habitantes y unos 100,000 kilómetros cuadrados (un tamaño similar al de Oaxaca). ¿Su nombre? El Eyjafjallajökull. En castellano, lo correcto es decir Eyjafjalla (jökull significa glaciar). Un sitio web enseña la pronunciación correcta a los aventurados que así lo deseen.

La naturaleza dejó boquiabierto a más de uno. El británico The Guardian fue uno de tantos medios que mostraron en su página web las espectaculares imágenes de la erupción y los paisajes —casi lunares— que dejó a su paso. Simon Winchester, en The New York Times, recordó las tonalidades en el cielo que el volcán Krakatoa causó con su colosal erupción en 1883 y la inspiración que fueron para los artistas de la época. Winchester afirma que el cielo que aparece en El Grito de Edvard Munch es muestra del efecto que la ceniza del volcán causó en todo el mundo.

Desde Inglaterra hasta Italia; desde Noruega hasta España, la ceniza impidió a los aviones surcar el cielo. Algunos calculan que los aeropuertos tardarán semanas en recuperar su funcionamiento normal. Y el inusual escenario dejó anécdotas impensables. La crisis impidió que los principales líderes del mundo asistieran a los funerales del recién fallecido presidente polaco Lech Kaczynski. La canciller alemana, Angela Merkel, que regresaba de una visita oficial a Estados Unidos, tuvo que aterrizar en Lisboa, desde donde se trasladó por coche hasta Berlín. El tenor español Plácido Domingo canceló un concierto que ofrecería el domingo en Moscú. Whitney Houston, de gira por el Reino Unido, debió trasladarse de Irlanda a Inglaterra en ferry. El Barcelona viajó 14 horas hasta Milán, donde los azulgrana cayeron tres goles a uno frente al Inter. John Cleese, integrante del célebre Monty Python, pagó 3,800 euros a un taxi que le llevó de Oslo hasta Bruselas, donde finalmente tomó un tren para volver a Londres. “Islandia no controla ni sus volcanes ni sus bancos”, bromeó.

Bancos es una palabra dolorosa para los islandeses. En cuestión de meses, Islandia pasó de ser “el mejor lugar del mundo para vivir” según el Índice de Desarrollo Humano del PNUD de 2008 a una de los puntos más sangrantes de la crisis económica global. El país debe unos 4,000 millones de euros, principalmente a Inglaterra y Holanda. Casi 50,000 por cada familia. En sólo un año, el desempleo pasó de un 1% hasta un 8%. Y en este año se calcula que superará el 10%. Hasta McDonald’s les abandonó: la transnacional cerró sus tres sucursales en la isla porque dejaron de ser rentables. “We asked for cash, not ash” (“Pedimos dinero, no ceniza”), bromearon algunos en Twitter. Los islandeses respondieron a este desastre con más sarcasmo: “¿Cuál fue el último deseo de la economía islandesa? Que sus cenizas se esparcieran por Europa.”

– Verónica Calderón

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(ciudad de México, 1979). Periodista. Encargada de información internacional en Tercera Emisión de W Radio y redactora de El País en Madrid.


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