Se os está yendo la olla

El feminismo es la causa más noble del siglo XXI, y es por ello inaceptable que haya quienes quieran hacer de él un instrumento para el desprestigio de las instituciones.
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Esta semana he sabido de tres hombres que se han visto atacados en redes sociales por realizar comentarios o escribir artículos relacionados con la sentencia sobre el caso de La Manada. Son Pepe Fernández-Albertos, Víctor Lapuente y Eduardo Laporte. Creo que ninguno de ellos se ofenderá si les describo como intelectuales de izquierdas feministas. (Bueno, lo de intelectuales quizá sí les ofenda un poco, pero sea).

Pepe dijo en Twitter: “Es realmente enternecedor que la mayor amenaza a la independencia del poder judicial sea la indignación de las mujeres con la sentencia de la manada”. Un tuit de pretensiones feministas, cuya ironía se interpretó, sin embargo, como una actitud a medio camino entre la falta de respeto y el paternalismo. Que el sentido de la ironía esté ligado a la inteligencia explica bastantes cosas en las redes sociales.

Víctor Lapuente publicó una columna en El País provocadoramente titulada “Por qué los hombres violamos”. El autor hacía un repaso de la evidencia científica que relaciona violencia y biología, no para justificar la primera, claro, sino para buscar los cauces adecuados para prevenirla. Víctor sufrió tal cantidad de ataques que se sintió obligado a explicarse con más espacio, en una tribuna de opinión. Apuesto a que no mejoró las cosas. El caso terminó en la defensora del lector de El País, y no puedo evitar pensar que, en horas tan bajas para la libertad de expresión, tal vez sería necesaria la figura del defensor del columnista.

Sobre la intersección de genes y comportamientos sociales escribí hace algún tiempo, coincidiendo con la creciente popularidad del polémico psicólogo Jordan B. Peterson. No hace falta ignorar que la biología está en la base de muchas de nuestras conductas para deslegitimarla como argumento normativo. La historia de la humanidad es un relato de emancipación de nuestros constreñimientos genotípicos. El Estado, con su monopolio legítimo de la violencia, con su poder en exclusiva de la provisión de justicia y su capacidad de coerción social, es la expresión más elevada de ese intento de superación de la biología. El Estado actúa contra la biología porque acepta su existencia y porque niega que los genes puedan informar del carácter moral de la conducta.

Es una lectura progresista y feminista, que niega el determinismo biológico de las organizaciones políticas y sociales, aduciendo que es posible actuar sobre los instintos, reprimirlos y moldearlos. Creo que Víctor participa de esta corriente de opinión, pero ello no evitó su linchamiento público. Hay un sector del feminismo que desdeña la ciencia y sus instrumentos empíricos, cuando tanta falta nos hace que las mujeres se apropien de este paradigma y lo lideren, después de haber sido históricamente marginadas y expulsadas de la investigación. Y justo cuando las mujeres son mayoría en todas las facultades de ciencias biosanitarias.

Por último, supe que Eduardo Laporte había cerrado su cuenta de Facebook tras recibir toda clase de insultos y descalificaciones. ¿El motivo? Había dicho que respetaba la sentencia judicial del caso contra La Manada. Que una persona sea tildada de machista por defender la legitimidad de las instituciones del Estado de derecho es preocupante. Que algún sector, minoritario pero ruidoso, pretenda relacionar el feminismo con el descrédito de la Justicia es perverso, y debe ser contestado para que no se crea hegemónico e imponga la autocensura y la espiral de silencio. El feminismo es la causa más noble del siglo XXI, y es por ello inaceptable que haya quienes quieran hacer de él un instrumento para la exclusión y el desprestigio de las instituciones.

El feminismo representa un movimiento con una potencialidad para el cambio social extraordinaria, debido a su gran transversalidad y a la existencia de un consenso amplísimo en torno a la necesidad de progresar hacia una igualdad mayor. Podemos afirmar con toda seguridad que, en los próximos años, el parlamento aprobará leyes y reformas que avancen en la reducción de la brecha salarial, que mejoren la protección de las mujeres ante los delitos sexuales, que prioricen la lucha contra la violencia de género, que implementen medidas para una efectiva conciliación de la vida familiar y laboral y una corresponsabilidad en la crianza de los hijos.

Todo ello se hará a través de unas instituciones que el populismo señala como ilegítimas. Se hará aprovechando el gran espacio que existe en esta materia para un compromiso entre los partidos y la sociedad. No sé hará estrechando el marco discursivo para dejar fuera de él a tantos feministas. Si Pepe, Víctor y Eduardo son machistas, a algunos se os está yendo la olla.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politóloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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