La ventaja del achichincle

¿Por qué será que cuando se molestan los ideólogos de la igualdad social recurren de inmediato a vituperios clasistas?
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Hace días, como lo comenté aquí, el científico social John Ackerman llegó a la conclusión de que, aliada a las revistas Alarma! y a la cadena Televisa, Letras Libres se dedica a promover la ignorancia de los mexicanos.

En otro escrito me referí luego a la emocionada semblanza del científico social que acometió Elena Poniatowska en un digno diario que no promueve la ignorancia. (No deja de ser curioso que esa misma Televisa que sí promueve la ignorancia lleve años transmitiendo la serie “En la opinión de Elena Poniatowska” .)

Y luego celebré aquí la enjundia con que las familias Ackerman y Sandoval combaten el nepotismo, y la casualidad de que lo hagan siempre unidas.

Bueno, como publiqué esto en la página web de Letras Libres, el señor Ackerman concluyó científicamente que yo soy un achichincle de Enrique Krauze y un escritor “de quinta”.

¿Por qué será que cuando se molestan los ideólogos de la igualdad social recurren de inmediato a vituperios clasistas? Es una paradoja significativa: mientras más decididos están a salvar al pobre, más rápido convierten los oficios de pobre en un insulto de burgueses: lacayo, siervo, palafrenero, caballerango, criado, sirviente, chaflán. Un clasismo instantáneo (por innato) que convierte al justiciero en una lady pomadosa que regaña a la servidumbre de su casa de Tepoztlán.

Achichincle nombra a los indígenas nahuas que ayudaban a sacar agua de las minas, faena de casi esclavitud. Se dirá que en México se emplea como sinónimo de ayudante o subordinado. Bueno, sí, pero al preferir achichincle sobre ayudante para insultar, al obvio desdén de clase se agrega un ingrediente racial derogatorio. Así pues, la idea del insulto que tiene el adalid de la lucha en favor de “los más pequeños” –como dice de él Poniatowska– consiste en empequeñecer al otro a pobre, obrero, ayudante, indio, es decir, a la calidad de quienes dice defender.  

Atiza.

(Me pregunto si no lo “marcará” el profesor Federico Navarrete en su “alfabeto racista mexicano”. Sería gracioso, pues tendría que marcar a otro adicto a esa palabra: meta usted “Andrés Manuel López Obrador” y achichincle al buscador google y obtendrá más de diez mil resultados.)

Al igualitario adverso a las jerarquías y a la desigualdad se le sale lo aristócrata por las costuras psicolingüísticas: trata sólo con los que considera sus iguales, la gente “de primera”, nunca con los “de segunda” y menos aún –como es mi caso, en la estricta taxonomía científica— con los “de quinta”: un intocable que también es innombrable, alguien sin persona ni albedrío.

Ahora, si por publicar en Letras Libres soy achichincle de Krauze y propago la ignorancia, deberé preguntarme si por publicar con Carlos Monsiváis, Fernando Benítez, Julio Scherer, Rafael Rodríguez Castañeda, Carlos Payán o Juan Villoro, también fui su achichincle y también propagué ignorancia. (Decir que sí sería divertido: equivaldría a pensar que supe engañarlos y que, por tanto, mis achichincles… fueron ellos.)

Y ya metidos en ese rubro, nada impediría suponer tampoco que, por colaborar en Televisa, Poniatowska es, y Monsiváis fue, achichincles de Emilio Azcárraga ni que, por haber colaborado en Vuelta y Letras Libres, también lo fueron de Octavio Paz y de Krauze y también promovieron la ignorancia.

Pero entonces nada impedirá suponer que el científico social Ackerman es achichincle de Vladimir Putin por colaborar en la cadena televisiva rusa RT, o del emir Tamim bin Hamad Al Thani por colaborar en la cadena Al-Jazeera o del enfático Nicolás Maduro por colaborar en la cadena TeleSur. Todas ellas cadenas que no producen ignorancia para personas “de primera” como Ackerman, quien suele aparecer en sus dignas pantallas ululando que México es una “authoritarian dictatorship” (sic):

Curioso y más curioso: ¿habrá dictaduras no autoritarias?, ¿existirán las dictaduras horizontales?, ¿o quizás una “dictadura autoritaria” como la mexicana es aquella que se caracteriza por pagar buenos salarios y estímulos a los científicos sociales para que vayan por el mundo denunciándola como una “dictadura autoritaria”?  

Misterios de la politología y la ciencia social.

En fin.

Lo bueno es que ser achichincle tiene una ventaja: los aristócratas nunca se rebajan a dirigirles la palabra. 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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